Cuando a mediados de diciembre recibo la boleta de luz de Edenor, estuve al borde de un colapso nervioso ante el estupor que me produjo ver que la tarifa de luz se había incrementado más del doble. La primera medida que tomé fue llamar a Edenor para corroborar su veracidad y lamentablemente era cierto.
Ante esta situación, fui al playroom de los juguetes de mis hijos para ver si ganando al “juego del suicidio” pasaba a una mejor vida, pero perdí por entender mal las instrucciones por lo que decidí tomar la tercera medida: establecer un plan de austeridad total salvo para las necesidades más básicas.
Entre las medidas que “intenté” establecer podríamos incluir: tener las luces apagadas salvo casos de necesidad extrema; no salir ni una semana de vacaciones a un lugar accesible; no llevar a los chicos a “los jueguitos” ni comer en negocios de comidas rápidas; no comprar ropa salvo la necesaria por roturas o por cuestiones de crecimiento de los chicos; y la lista sigue.
Ante semejante “castigo” la primera reacción de los integrantes de mi familia fue de asombro, la segunda fue de “piquete casero” ante mis pedidos de colaboración en alguna tarea y la tercera fue de recriminación: – prefiero no ir al cine y ver una película en casa y con lo que ahorro puedo ir a los jueguitos y a comer una hamburguesa con papas fritas – decía uno. – cocinemos en el apart hotel en vez de salir afuera, pero al menos vayámonos de vacaciones a algún lugar para desenchufarnos un poco – decía otra. – ¿Papá, te pusiste a pensar que gastaste el doble en la cena de ayer cuando tuvimos que hacer otra comida porque los bifes no se podían comer de lo duro que estaban, porque estaban pasados al estar la luz apagada para controlarlos? – me dijo mi hijo mayor, que fue como si fuera un cross de derecha que me dejó contra las cuerdas.
A partir de ahí comencé a pensar e indagar cuándo la austeridad se transforma en tacañería. La conclusión a la que llegué es que no hay una línea estricta entre ambas conductas, porque es algo que varía de acuerdo a cada persona basado en un cierto número de factores:
a) la tolerancia a comportarse “distinto que todas las personas”,
b) la disposición para invertir tiempo en reducir los gastos,
c) el más importante, es que nunca una conducta es demasiada austera que roza lo tacaño, en la medida que se respete al otro y no se le haga un daño. Por ejemplo, ir a un restaurante y llevar una botella de agua para beber, puede resultar más barato pero se le estaría haciendo un daño al dueño del restaurante. Dado que los extremos son malos, se debería buscar una solución intermedia entre ser tacaño y ser un derrochador.
Para ello sería deseable sentarse a hacer una lista de las veces que nos hemos sentido infelices por habernos faltado unos pesos. Seguramente ha habido algunos casos. Pero lo más probable es que muchos de ustedes al igual que yo, siendo francos con uno mismo, la mayoría de las cosas que disfrutamos en esta vida, como leer, escribir, escalar montañas, disfrutar momentos con amigos y la familia, ir a la playa, no son terriblemente caras.
Es una verdad de perogrullo que el 2013 será un año difícil para todos. La cuestión será como podemos ajustarnos el cinturón y seguir disfrutando la vida. ¿O a Ud. le gustaría que el día de mañana lo recuerden como a alguien que nunca supo disfrutar la vida o sientan alivio porque a partir de ese momento se podrán dar algunos gustos? Dios no lo permita!!!
@melbaum