Aprovecharse del fervor que genera la Copa del Mundo para tomar decisiones impopulares sin pagar los costos políticos ya es una jugada repetida de los últimos Gobiernos argentinos. Desde el ocultamiento de los crímenes de la dictadura militar en Argentina 78, al procesamiento del vicepresidente Amado Boudou, en pleno Brasil 2014, las medidas más controversiales.
Recuerda qué día se firmó la rendición de la Argentina en la guerra de Malvinas? El hecho ocurrió el 14 de junio de 1982, justo un día después de que comenzara el Mundial de España, con el debut de la selección nacional en el partido inaugural frente a Bélgica, en Barcelona. ¿Es casualidad? Probablemente no.
Si bien la rendición de la Argentina era inevitable, probablemente la dictadura de Leopoldo Fortunato Galtieri pretendió esconder bajo la alfombra el fracaso de la trágica aventura a las islas, que costó 900 vidas y más de 2.000 heridos, entre ambos bandos. Un triunfo del equipo de César Luis Menotti, que llegaba a España como campeón mundial, hubiera ayudado más de lo que lo hizo el 1 a 0 a favor del equipo belga.
La jugada se repite. Mientras las miradas de los argentinos están puestas en la Copa del Mundo, sus representantes aprovechan para llevar adelante medidas polémicas, especulando con que el fervor por el fútbol diluya el costo político de las maniobras.
Durante un Mundial no se pueden tomar medidas importantes sin que lo advierta la sociedad, pero sí pueden pasar más cómodamente la primera etapa de anuncio, que es la más difícil por los cuestionamientos, porque la noticia del momento es el gol que hizo un delantero o el que erró otro y estos ocupan el espacio central en la tapa de los diarios y en las conversaciones, opina el economista Orlando Ferreres.
Cuando la gestión de Galtieri esperó el Mundial de 1982 para disimular la rendición en Malvinas tenía como inspiración la siniestra coincidencia de Argentina 78, con la consagración de la selección nacional en medio de la dictadura de Jorge Rafael Videla.
La gloriosa imagen del capitán Daniel Alberto Passarella levantando la Copa tuvo un efecto político favorable sobre el Gobierno militar, que planificó con antelación y meticulosidad la explotación del evento, señala el politólogo Rosendo Fraga, director de Nueva Mayoría,
Para la dictadura, el Mundial 78 era una oportunidad de impulsar el sentimiento pro argentino y acallar las voces de reclamos de violación sistemática de los Derechos Humanos, coinciden los expertos consultados por 3Días. Sin embargo, fue como intentar tapar el sol con la mano: por ejemplo, la final contra Holanda se disputó en el estadio de River, a pocos metros del centro clandestino de detención de la ESMA.
El libro Historias insólitas de los Mundiales de Fútbol, del periodista Luciano Wernicke, señala en el prólogo la casualidad de que todos los Mundiales disputados antes de 1980, cuando no existía televisación a color en vivo y en directo, fueron ganados en la mitad de los casos por el país anfitrión y, en dos casos, más los dueños de casa llegaron a la final. El uso político de estos eventos y la manipulación por parte del país anfitrión puede haber sido más accesible sin la mirada millones de telespectadores.
Muchos historiadores cuestionan los triunfos de los países anfitriones en Italia 1934, de la mano del dictador Benito Mussolini; en Inglaterra en 1966, con polémicos arbitrajes; o de la Argentina en 1978, en una Copa del Mundo desarrollada en medio de una sangrienta dictadura, que tuvo tanteadores extraños como el abultado 6-0 del equipo local con Perú, marca el libro. Aunque de nada hubiera servido la ayuda política sin un buen equipo que la respaldara en la distracción de los expectadores, añade Wernicke.
Gol en contra
El Mundial de 1978 fue un arma de doble filo. La presencia de la prensa extranjera hizo notar internacionalmente el reclamo de las Madres de Plaza de Mayo por la desaparición de personas y la violación de los Derechos Humanos. Sin embargo, el régimen promovió la idea de que las denuncias internacionales formaban parte de un sentimiento anti-argentino y muchos medios apoyaron esa posición que convenció a parte de la sociedad.
Videla habló con la prensa extranjera tras el triunfo y expresó su agradecimiento personal y el general Ibérico Saint Jean afirmó que «esta alegría debe ser juzgada no como explosion de un momento, sino para que todos nos consideremos triunfadores en este proceso de reorganización en el que estamos empeñados. Atrás quedó la Argentina de antes, sectorial y dividida. Ahora, ya se vislumbra la Argentina pujante, optimista, que renovó su fe».
Pero la anestesia del Mundial no dura 100 años y las denuncias contra los abusos de la dictadura volvieron a sentirse en la calle al poco tiempo.
Sin mano de Dios
El épico triunfo de 1986, en medio de una situación económica compleja, con inflación, desempleo e inestabilidad política fue poco capitalizado por el Gobierno de Raúl Alfonsín. Cuando la selección llegó a Buenos Aires, a las 24 horas de consagrarse en México, con el destacado juego de Diego Maradona, el plantel fue directo a la Casa Rosada. Alfonsín acompañó a los jugadores al balcón de Plaza de Mayo pero no salió junto a ellos. Es decir, no capitalizó la foto del festejo.
En cambio, en 1990, cuando la selección alcanzó una heróica final en Italia, Carlos Menem recibió a los jugadores y se puso en el centro del balcón para sacar rédito de la foto con los subcampeones en la Casa Rosada. El libro de Wernicke cuenta que, un día antes de que se inicie ese Mundial en Europa, el Gobierno nombró a Diego Maradona con un cargo equivalente al de un Embajador deportivo, buscando la foto de Menem con el futbolista.
La muestra de que el nombramiento era pura especulación política y poco convencimiento la mostró lo corto de la carrera diplomática de Maradona. El decreto 811 del 25 de abril de 1991 firmado por Menem revocó la designación en medio del escándalo por un dóping positivo de cocaína al jugador tras un partido del Nápoli. El decreto se firmó 24 horas antes de que el 10 fuera detenido por la Superintendencia de Drogas Peligrosas en su departanento de Caballito.
En tanto, el economista Juan Carlos de Pablo señala que si bien no se pueden esconder grandes medidas detrás de la fantasía de evento deportivo más convocante del mundo se pueden llegar a tomar pequeños actos administrativos que pasen desapercibidos.
Escándalos K
Un ejemplo perfecto, señalan los expertos, es lo que sucedió en pleno Mundial de Sudáfrica 2010 con el ya intervenido Indec. Cuando los medios de comunicación habían denunciado la presencia de barrabravas de Nueva Chicago en el instituto estadístico, mediante la norma 858/10, la presidenta Cristina Kirchner nombró un gran número de trabajadores en el Indec, pero el anexo a ese decreto -que debía publicarse en el Boletín Oficial con los antecedentes de los flamantes funcionarios- no estuvo disponible ni en la versión electrónica ni en papel. Así, los nuevos empleados fueron fantasmas pero el fervor mundialista tapó el escándalo.
Aquella Copa también coincidió con la decisión del Gobierno de denunciar civil y penalmente a los manifestantes que cortaban el puente internacional en la ciudad de Gualeguaychú, rechazando la instalación de la pastera Botnia. La negociación avanzó durante el Mundial para que el puente se desalojara y la pastera obtuviera, finalmente, la aprobación para instalarse. Otra vez, el giro en el discurso oficial pasó, relativamente, desaperecibido.
¿Más ejemplos? La ruidosa renuncia de Jorge Taiana al cargo de canciller después de una discusión con la presidenta Cristina Kirchner en medio del escándalo por la denuncia de la existencia de una embajada paralela en Venezuela y la intervención a Metrogas también ocurrieron durante Sudáfrica 2010.
Consigna política
Rosendo Fraga, sostiene que el kirchnerismo intentó utilizar sistemáticamente los efectos del Mundial en 2010 y 2014. En el de Sudáfrica, se tomó el control de las transmisiones y se las sacó del ámbito privado y se designaron nuevos relatores, conductores y comentaristas alineados con el Gobierno, dice el politólogo. Y agrega: La designación de Maradona como Director Técnico y su discurso oficialista, también formó parte de la estrategia de utilización política del evento. Ahora, hay un intento de repetirlo con Messi y se aprovecha su imagen en la publicidad oficial. Pero el personaje no se presta demasiado para esto, dice el politólogo.
Por último, para Fraga, hoy para el Gobierno argentino, llegar hasta la final del Mundial ha sido planteado como una consigna política, en la idea de que durante las semanas en las cuales se realice, entre el 12 de junio y el 13 de julio, la atención estará centrada en el gran evento deportivo, que dejará en segundo plano los problemas económicos como la inflación, el creciente reclamo de inseguridad y las reiteradas denuncias de corrupción. Si es así, la historia ya demostró que será un efecto corto n 3D