Ignacio Noel hace un recorrido por el pasado de las inversiones. Los orígenes en la Roma antes de Cristo, pasando por el impulso decisivo en el siglo diecisiete al presente en el mundo, con especial interés en la realidad de la Argentina y la región.
Por Ignacio Noel *
La inversión en acciones tiene una muy larga historia. En tal sentido, cabe señalar que durante el período de la República en Roma (200 años antes de Cristo) , el gobierno contrataba obras públicas, como por ejemplo la construcción de templos y acueductos, con los “publicani”, que eran el equivalente a los contratistas del Estado actualmente. Los “publicani” eran entidades legales cuya propiedad estaba dividida en “partes”, equivalentes a lo que actualmente son las acciones, es decir, participaciones en la propiedad de una empresa. Las “partes” estaban divididas en dos tipos: las participaciones importantes que estaban en manos de grandes capitalistas, denominadas “soccii” (de donde derivaría el vocablo “socios”, que eran los socios mayoritarios) y las participaciones pequeñas y diseminadas en muchos tenedores que se llamaban “particulae”, es decir pequeñas tenencias de partes en manos de particulares. En el Foro Romano se negociaban las “particulae”, como también se compraban y vendían todo tipo de bienes, en lo que constituía un gran mercado, antecesor de lo que son hoy las Bolsas y Mercados de Valores.
Las condiciones para que existiera un mercado de valores en la república romana – que se mantendrían a lo largo de los años – estaban dadas : capital disponible para ser invertido, confianza de los inversores en los emisores de títulos y apetito por el riesgo y la obtención de beneficios.
El gran impulso para la difusión y crecimiento de la inversión en acciones lo dio la creación de las compañías por acciones a principios del siglo XVII. Dos elementos claves fueron : a) la propiedad compartida por múltiples propietarios (accionistas) dividida en acciones («joint stock company»), y b) la limitación de la responsabilidad de cada accionista al capital invertido en la empresa («limited liability company»). Es decir que cualquier inversor podía participar en proyectos de la más variada naturaleza mediante la compra de acciones en la compañía que desarrollaría el proyecto, pudiendo participar en mayor o menor medida según fuera la cantidad de acciones compradas y limitando su responsabilidad al valor del capital invertido, en forma separada del resto de su patrimonio.
En los países anglosajones fue donde más desarrollo alcanzaron los mercados accionarios. En la actualidad, la capitalización bursátil – que es el valor en Bolsa de todas las acciones con cotización en Bolsa en un determinado país – de los Estados Unidos es superior al 150% de su producto bruto interno y del 120% en Gran Bretaña. En estos países los ahorros se canalizan – a través de fondos de inversión, fondos de pensión o directamente – en inversiones en acciones.
En América Latina la capitalización bursátil en relación al PBI es mucho menor, lo que demuestra el menor desarrollo de los mercados accionarios de la región y la menor acumulación de capital – en términos de ahorro acumulado – de sus economías. Con la excepción de Chile, con una relación capitalización bursátil/PBI de 100%, el resto de los países latinoamericanos se agrupan con relaciones entre 30% y 50% (Brasil, Perú, México, Colombia) y entre 5% y 10% en el grupo más rezagado (Argentina, Ecuador, Venezuela, Paraguay, Bolivia).
En el caso de la Argentina ha habido una muy marcada involución en este sentido. En la década de 1960 cotizaban sus acciones en la Bolsa más de 600 empresas, habiéndose reducido a 100 empresas en la actualidad. Claramente hay una oportunidad para el crecimiento del mercado accionario en nuestro país, dado que la economía argentina tiene un tamaño y diversidad que son la base imprescindible para lograrlo. Es muy difícil desarrollar el mercado accionario sin una economía que le sirva de base, dado que las acciones reflejan – en sus valuaciones y evolución – el resultado de las actividades de las empresas emisoras.
En lo referente a la valuación de las acciones, el indicador más utilizado es el cociente entre el precio y las ganancias por acción, el indicador conocido como Precio/ Ganancias («Price/Earnings», abreviado como P/E). Este indicador varía según sea el país y – dentro de cada país – el sector económico. Hay sectores que normalmente tienen ratios P/E más altos, por ejemplo las empresas de alimentación o farmacéuticas, por presentar sus ganancias mayor estabilidad que las de sectores cíclicos como las empresas químicas o mineras. También influye la tasa de interés vigente en cada mercado y la tasa de crecimiento, dado que las acciones compiten – como activo financiero – con los instrumentos de renta fija (bonos) que pagan una tasa de interés fija y devuelven el capital invertido.
* Presidente de Sociedad Comercial del Plata