El dicho que afirma: “La primera generación hace el dinero, la segunda lo administra y la tercera lo gasta”, no parece estar demasiado alejado de la realidad. Tanto en la clase media como en la alta, los padres solemos cometer algunos errores comunes en la educación para la independencia y la autonomía.
Excusados detrás de frases como “quiero que mi hijo tenga todo lo que yo no pude tener cuando era chico”, o “cómo voy a vivir cómodamente mientras mi hijo tiene dificultades para llegar a fin de mes”, solemos criar a nuestros hijos, aunque no sea nuestra intención y no nos demos cuenta, en cierta opulencia desmedida, donde nada se valora demasiado y casi cualquier cosa se consigue con poco esfuerzo. El resultado evidente son jóvenes que aplazan el ingreso en la adultez y adultos con baja autoestima, sin un estricto sentido de la realidad y con cierta tendencia a la baja productividad que siempre necesitarán de la ayuda de sus padres.
Y los números parecen confirmar que esta modalidad está cada vez más extendida. Más del 40% de los padres que pueden ayudan a sus hijos y nietos. Casi el 40% de los hijos adultos que reciben donaciones sistemáticas de los padres tiene menos de 38 años. Obviamente que la ayuda va disminuyendo con la edad. Pero según mis encuestas y experiencia casi un 15% de los hijos de entre 45 y 55 años reciben regalos de algún tipo.
La ayuda que se brinda no sigue una pauta sistemática, pero más allá de pasar a los hijos colecciones valiosas, vajillas o muebles, muchas veces se concentra en:
a) pago de las cuotas en colegios primario y secundarios privados de los nietos;
b) pago de enseñanza de posgrado de los hijos adultos;
c) regalo de la primer casa o ayuda para comprarla;
d) préstamos otorgados a los hijos que luego éstos no devuelven;
e) traspaso de empresas familiares a hijos adultos;
f) vestimenta a hijos y nietos.
Más allá de las opiniones a favor o en contra, es un hecho que los adultos que reciben constantemente dinero y regalos de sus padres tienden a:
- ser menos emprendedores y productivos que los demás. Esto es así en general porque no asumen responsabilidades y minimizan su esfuerzo;
- confundir su riqueza con la de sus padres.
- ser dependientes del crédito. Cuando se ayuda a los hijos, éstos experimentan una sensación de bienestar que los alienta a gastar dinero. Como en muchos casos no disponen de dinero, utilizan créditos habitualmente de consumo (tarjetas de crédito, prendas) para allanar los problemas de flujo de fondo;
- no invertir. En general quienes reciben ayuda no ahorran ni mucho menos invierten lo que se les da. Su perfil es el de hiperconsumidores.
Y lo peor de todo es que a los hijos de los adultos que reciben ayuda económica, no les sucederá lo mismo. Acostumbrados a un nivel de vida ficticio, de alto consumo y muy baja producción, se convertirán en la generación que gastará la herencia, si es que, desde luego, reciben algún monto…
Sin duda, no existe ninguna receta magistral para criar hijos. ¿Qué debemos hacer para lograr que nuestros hijos se conviertan en adultos independientes?
Es posible esbozar algunos lineamientos que aplicados desde la infancia pueden conducirnos a buen puerto.
1) Sería deseable, en todos los casos y circunstancias, que les enseñáramos a nuestros niños a ser austeros, a controlar sus deseos y a alejarse lo más posible de “la satisfacción inmediata”, lo que les permitirá ir construyendo desde pequeños su autocontrol.
2) Por otro lado, impulsarlos y estimularlos para que estudien y se capaciten, es decir, que aprendan que nada se obtiene mágicamente, sino por medio de la dedicación y la perseverancia.
3) E indudablemente, como se enseña con el ejemplo, es fundamental también crear en la familia un ambiente de respeto por las ideas y actos independientes, que valore los logros individuales y recompense la responsabilidad y el liderazgo.
Asimismo, también se pueden pensar algunas herramientas para ayudar a los adultos jóvenes en el camino hacia la adultez:
1) Diferenciar “ayuda financiera” de “contención emocional”:
No se debe confundir contención financiera con contención emocional. Mientras que reducir o incluso eliminar la ayuda económica a un hijo puede ser lo más deseable y aconsejable, es vital y de suma importancia que los padres continúen brindándole al adulto joven toda la ayuda afectiva que necesite.
2) Ayudar a que el adulto joven confíe en sí mismo:
Los padres no le deben decir al adulto joven lo que tiene que hacer: Escuchar al joven es mucho más importante que hablarle.
Se deben dar sugerencias más que directrices, para que construya una sólida confianza en sí mismo, aprenda a tomar decisiones y se haga cargo de su vida.
Los padres que les solucionan todos los problemas a sus hijos jóvenes y luego se preguntan cuándo crecerán, en verdad conspiran contra su propio deseo, pues con su actitud proteccionista no logran sino que dichos jóvenes se sientan incapaces de hacer algo de manera independiente.
3) Compartir con los hijos las dificultades laborales:
En general, los adultos jóvenes suelen entrar en la adultez con un optimismo alejado de la realidad. Esperan tener el mismo nivel de de vida que sus padres, pero sin comprender los obstáculos y reveses a los que se verán enfrentados. Y en parte esto es culpa de los padres, que rara vez comparten con los hijos las dificultades que tienen en la vida cotidiana. Si bien los padres no tienen que compartir todos los problemas laborales con los chicos, sí deben hacerlos participes en algunos casos para transmitirles que en el ambiente laboral existen dificultades. De esta manera los hijos se vuelven más resistentes a las frustraciones y están mucho mejor preparados para enfrentar las dificultades que tiene el inicio de toda carrera laboral.
4) Ser una participante proactivo:
Es muy importante tener un “plan” para alentar la independencia financiera de los hijos. Tomemos el caso de Lorena, una joven de 29 años que vivía con sus padres, quienes la ayudaban económicamente. Los padres, junto con un asesor financiero, elaboraron un plan de ayuda financiera de cuatro años, para que su hija lograra la independencia financiera. Al presentárselo, la joven tuvo una actitud de resistencia y hostilidad. Los padres que esperaban dicha reacción, se mantuvieron firmes en su decisión y continuaron dándole una fuerte contención emocional a la hija. Hacia fines del segundo año, Lorena ya había empezado a pensar en su independencia financiera y la logró definitivamente al final del cuarto año.
5) Otorgar ayuda financiera al adulto joven para “emprendimientos que valgan la pena”:
Cada vez que vaya a darle dinero a su hijo, pregúntese si dándoselo acelera el camino hacia la independencia o le prolonga la dependencia.
Algunos ejemplos podrían ser:
- ¿Un nuevo LCD? Lo único que hará es fomentar que su hijo se vuelva un teleadicto.
- ¿Unas vacaciones en el Caribe? Mejor tómese dichas vacaciones usted.
- ¿Pagarle un curso de computación? Eso sería positivo, siempre que le ayude a su hijo a conseguir un mejor trabajo, y no para que desarrolle su destreza en los video-juegos.
- ¿Un segundo estudio de posgrado? Depende. Puede que su hijo lo único que quiera hacer sea postergar la entrada en la adultez.
- ¿Comprarle un departamento a un hijo que se casa? Depende. Si pone en riesgo su capital para el retiro puede ser una mala decisión. Si no, estaría bien darse el gusto.
abel
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Sugeidy Roso
Mi hija tiene 20 años se caso a los 19 y la abuela siempre la a mal acostumbrado que debe solucionarle todo económicamente y entre otra cosas, yo no puedo decirle nada por que la abuela se molesta conmigo, mi madre la tiene en mi contra solo porque yo no la alcahueteo con sus irresponsabilidades y le digo siempre sus cosas para que mejore y crezca como persona y madre por quer ya tiene una niña, ella cuenta con lo ajeno y no con lo de ella y siempre yo soy la mala.. que debo hacer??