Sebastián Campanario, se tomó el trabajo de analizar la historia de las brechas entre los tipos de cambio oficial y paralelo a través de la historia en Argentina.
Según su análisis la «unión» de ambos debería darse en el 2015 y no antes. Veamos su análisis que se reprodujo en el diario La Nación del domingo 8.
Está usted cordialmente invitado a la boda cambiaria que se realizará en algún momento del mediano plazo. Luego de la ceremonia, los novios -el dólar oficial y el «blue» – saludarán a los asistentes en el atrio. Se recomienda comprar el arroz para tirar y estoquearlo desde ahora, porque se espera que luego de consumado el matrimonio sobrevenga un período de turbulencias de precios. Código de vestimenta, acorde al nuevo equipo económico: camisa blanca, sin saco.
Palabras más, palabras menos, así podría ser el texto de una hipotética ceremonia de unificación cambiaria a realizarse en el futuro, cuando los costos del cepo en materia de crecimiento se vuelvan intolerables a nivel político. Para intentar describir ese momento, unos pocos economistas se tomaron el trabajo de revisar experiencias de desdoblamiento del pasado, para la Argentina y para otros países de desarrollo similar.
Los estudios de referencia son viejos, algunos ni siquiera están disponibles en buscadores de Internet y otros aparecen con hojas amarillentas escaneadas en archivos PDF, con tipografía de máquina de escribir. Pero bucear en esta literatura vale la pena: lo que sucedió con el dólar en la Argentina desde 2011 es muy parecido a lo que pasó en situaciones anteriores. La sensación dedéjà vu se repite una y otra vez.
«Lo que está ocurriendo es de manual, no hay nada extraño, y lo que se ve es que estas películas empiezan y terminan de manera similar, así que aquí la historia tiene mucho para enseñarnos», cuentan los economistas Luciano Laspina y Mariano Espora, ambos del Banco Ciudad.
Laspina y Espora hicieron en el último mes una revisión y análisis de la literatura de desdoblamiento y unificación de mercados cambiarios, que adelantaron a LA NACION. El cierre paulatino de «grifos», como el que se dio esta semana con el aumento del llamado dólar turista, es una de las tendencias que se repiten en estas historias de marcados paralelos.
«La Argentina llegó a presentar este año una brecha cambiaria del 100 por ciento, con un conjunto de inconsistencias macroeconómicas que, aunque importantes, resultan menos acuciantes a las de otros episodios con brechas cambiarias inferiores», dicen los economistas. Y agregan: «Desde 1960 a la fecha, la Argentina tuvo 23 años con tipos de cambio duales, durante los cuales la brecha cambiaria promedió 44 por ciento. Pero alcanzó un pico de 225 por ciento en 1975. En el promedio de aquellos años, con la excepción del período 1973-1975, el déficit fiscal, la expansión monetaria, la tasa de inflación, los términos de intercambio y el retraso cambiario presentaban números mucho más preocupantes que en 2013, pero con brechas cambiarias menores.»
UN CEPO DE LARGA DATA
En rigor, el primer cepo cambiario en la Argentina data de noviembre de 1931. A los menores de 30 años este fenómeno quizá les resulte nuevo, porque el último período con mercados desdoblados se dio entre 1982 y 1989.
¿Cuál fue el costo, en términos de crecimiento, de los regímenes de cambio dual en la historia? «La brecha cambiaria es una proxy -un indicador aproximado- de otras inconsistencias macroeconómicas», marcan Laspina y Espora.
Robert Barro y Jong-Wha Lee (1993) estimaron, para un panel de 95 países, entre 1965 y 1985, una pérdida de 0,3 puntos porcentuales de crecimiento por cada 10 por ciento de brecha cambiaria. Suponiendo que los resultados son lineales, el mantenimiento de una brecha de 100 por ciento como la vigente hasta hace unos meses en la Argentina absorbía unos tres puntos de crecimiento.
Los finales de película suelen repetirse. Cuando las inconsistencias se acumulan y la brecha escala, suben los incentivos a la ilegalidad que terminan por reducir las reservas internacionales. Esto, a su vez, impacta sobre la situación fiscal, al reducir los cobros por retenciones a las exportaciones y aranceles a las importaciones. «A la larga, el esquema se torna inefectivo para contener la caída de reservas y la devaluación se vuelve inevitable, tal como sucedió con Argentina en 1975, 1989 y Venezuela en 1990 y 2013», marcan los economistas del Banco Ciudad.
Miguel Kiguel y Stephen A. O’Connell (1995) analizaron ocho experiencias de unificación en América latina y África en los años 70 y 80 y encontraron que, en promedio, el tipo de cambio de unificación converge al dólar paralelo. La experiencia histórica muestra que las unificaciones cambiarias tienden a generar una convergencia del oficial al paralelo, y no al revés.
Para Laspina y Espora, los casos exitosos de unificación del mercado cambiario muestran que para salir de estos regímenes se necesita, al menos, equilibrar las cuentas fiscales y alinear la política monetaria, oficializar el dólar paralelo o financiero; ganar credibilidad respecto a la sostenibilidad del sendero y el compromiso con la nueva estrategia y, finalmente, liberalizar y unificar.
CONTROLES QUE SE MANTIENEN
Eliezer Baschkier es un estudiante de final de la carrera de Economía de la Universidad de San Andrés que también investiga desde hace tiempo el tema de los mercados paralelos en el pasado. «Otro hecho que se observa es que el control de cambios suele mantenerse aún después de que pase la presión especulativa. Si bien en algunos casos era por inercia, tener el tipo de cambio oficial sobrevaluado genera otros beneficios, como abaratar las obligaciones en moneda extranjera, tanto para el sector público como para el privado. Esto no es para nada trivial en una economía con altos índices de dolarización», dice Baschkier.
Sin embargo, tener un mercado cambiario desdoblado puede no ser una solución definitiva para los problemas de balanza de pagos. El investigador de la Reserva Federal de los Estados Unidos Steven Kamin, en un artículo en el que analiza empíricamente el mercado cambiario argentino que va desde 1981 a 1990 -de esos que están en PDF, con tipografía de máquina de escribir-, muestra que un aumento en la diferencia entre el tipo de cambio paralelo y el oficial lleva a que se subdeclare un mayor volumen de exportaciones. Esto representa una menor entrada de divisas por exportaciones, lo que acentúa el déficit de balanza de pagos aún con controles de cambios.
Un dato interesante que surge al analizar las experiencias pasadas que vivieron economías como la Argentina es que el control de cambios no suele ser sacado por la administración que lo implementó. Si la historia de las unificaciones del pasado fuera extrapolable a futuro, entonces las invitaciones a la «boda» planteada al principio de la nota deberían, entonces, estar fechadas para 2015 y no antes..