Ya son muchos los argentinos que no les alcanza el sueldo y para los cuales el ahorro se convirtió en una especie de misión imposible. Pero incluso con una economía alicaída, un adecuado manejo del dinero podría marcar la diferencia crucial entre vivir al día y la posibilidad de generar cierta capacidad de ahorro.
A continuación, algunos de los hábitos adquiridos y errores más comunes, que atentan en forma silenciosa pero mortal contra la capacidad de ahorro.
1 – «Gasto luego ahorro»
Postergar el ahorro para fin de mes termina siendo, en muchos casos, una misión titánica. Las obligaciones diarias terminan inclinando la balanza en su favor cuando no tenemos conducta financiera. Una buena medida para romper el círculo vicioso es comenzar a ahorrar un porcentaje pequeño de nuestro ingreso, apenas lo recibimos, y luego ir subiendo el porcentaje en forma progresiva.
2 – Gastos hormiga
Esos pequeños «gustitos» que uno se da cotidianamente, pero que de forma imperceptible, se llevan buena parte del ingreso todos los meses. Comidas al paso, cafés frecuentes, golosinas y cigarrillos, entre otros. Para contrarrestar estos gastos, es posible introducir pequeños cambios en la dieta que, a largo plazo, serán beneficiosos para la salud y el bolsillo. Llevar viandas al trabajo, tomar agua en vez de gaseosas y comer frutas son buenas medidas para mejorar.
3 – No tener un registro diario de gastos
Desconocer cómo el dinero se va de las manos es un patrón común entre los que no llegan a fin de mes. Sin control, los gastos hormiga tienen vía libre para seguir. Para evitar esto, una alternativa es anotar diariamente los consumos. La tecnología, además, hoy está a favor, con aplicaciones gratuitas que permiten monitoreo de los gastos desde el celular.
4 – Hedonismo
Priorizar el placer inmediato es un enemigo que atenta contra los ingresos y el ahorro. Vivir como si no hubiera mañana hace que las necesidades de consumo superen con creces el presupuesto mensual con el que se cuenta. Esta falta de dinero puede generar lo opuesto a la felicidad, es decir, insatisfacción porque no hay presupuesto que alcance. La clave para evitar caer en la tentación es conseguir un equilibrio entre lo que se quiere y lo que efectivamente se es.
5 – Consumir vía préstamos personales
Los créditos a sola firma son mucho más caros que lo que aparentan. Las compras financiadas en cuotas, que solo exigen documento y recibo de sueldo, en la mayoría de los casos ocultan un elevado costo financiero. La suma de todas las cuotas termina siendo monto mucho mayor al original. Es fundamental incorporar el hábito de sumar el valor de todas las cuotas y compararlo con el precio de lista. Así se puede evaluar si conviene comprometer la capacidad de ahorro a futuro o si conviene efectuar un solo pago.
6 – Pagar el mínimo de la tarjeta de crédito
El uso de tarjetas de crédito facilita mucho el consumo. Pero abonar el monto mínimo del resumen significa refinanciar la deuda original. Es decir, se convalidan cargos financieros inesperados y elevados que encarecen el monto de la compra original. Para que esto no ocurra, el remedio es pagar la totalidad del resumen al día, o en su defecto, no limitarse al mínimo y estirarse lo más posible para evitar que los intereses se disparen.
7 – Consumir compulsiva o emocionalmente
Muchas veces el consumo es la respuesta de equilibrios emocionales. Comprar según los vaivenes del estado de ánimo puede ser una práctica explosiva para el presupuesto e ineficaz en cuanto a la resolución del conflicto personal. El presupuesto no está preparado para financiar los cambios de ánimo. El camino correcto para que las emociones no afecte la capacidad de ahorro es bajar las revoluciones y tratar las decisiones de consumo fuera de la órbita de cualquier impulso.
Fuente: Diario La Nación.